Continuen els articles, les reflexions i les mobilitzacions contra el Tractat Transatlàntic de Lliure Comerç. Aquests 10 i 11 d’Octubre,a les Jornades Internacionals “Sobirania segretada, drets en perill”, en parlaran del tema. Teniu fins el dia 8 per inscriure-us. Més informació clicant aquí.
A més a més,
a la revista Soberanía Alimentaria de Maig podem llegir:
La “coherencia reguladora”, también llamada “reconocimiento mutuo”, es la clave de este tratado. Estos términos aparentemente neutrales, esconden consecuencias nefastas para la soberanía alimentaria. Los negociadores del TTIP de ambos lados del atlántico pretenden que las numerosas normas que regulan la agricultura y la alimentación sean coherentes, es decir, iguales, o al menos equivalentes en Estados Unidos y en la Unión Europea. Quieren que se reconozcan mutuamente, de manera que si Estados Unidos da por bueno un producto o tecnología, automáticamente la Unión Europea lo considere igual. Desde el comienzo de las negociaciones del tratado trasatlántico se ha identificado este afán por la coherencia de las normas como una grave amenaza para la soberanía alimentaria, veremos porqué.La producción industrial de alimentos está regulada por numerosas normas y controles higiénicos y sanitarios para evitar la aparición y proliferación de enfermedades o contaminación. Solemos considerar esta serie de normas excesivamente gravosas o directamente innecesarias cuando se trata de agricultura o ganadería campesina, a pequeña escala, en procesos controlados por pocas manos. Sin embargo, esas normas son imprescindibles para que la producción industrial de alimentos ofrezca unas mínimas garantías de sanidad e higiene, ya que es en la producción intensiva, con sus animales hacinados y sus monocultivos repetitivos donde se dan la mayoría de las alertas sanitarias.La manera en que en la Unión Europea se regula la producción de alimentos es muy diferente de cómo lo hacen en Estados Unidos. Hay una diferencia radical de enfoque, mientras en la UE la seguridad alimentaria se practica “de la finca al plato” es decir, en todas las fases de la producción, en Estados Unidos solo se revisa el producto final. En la Unión Europea se aplica el principio de precaución, según el cual que existan dudas acerca de los efectos en la salud o el medio ambiente es suficiente para que las autoridades restrinjan o prohíban el uso de un producto o tecnología; de este modo son las empresas las que tienen la obligación de demostrar que un producto es inocuo antes de ponerlo en el mercado y empezar su negocio. En Estados Unidos, justo al contrario, son presuntamente inocentes todas las empresas y los productos o sustancias que comercializan. La carga de la prueba cae sobre el gobierno, que está obligado a demostrar el daño sobre la salud o el medio ambiente para poder prohibir o restringir el uso de un producto.La diferencia de enfoque no es banal, influye directamente en lo que podemos encontrar en la tienda o supermercado y en lo que dicen (o no dicen) las etiquetas de los alimentos. Las normas sanitarias y fitosanitarias europeas están lejos de ser perfectas y frecuentemente denunciamos la falta de garantías o información para las personas consumidoras, por ejemplo, en materia de transgénicos, presencia de agrotóxicos o el origen de los alimentos. Sin embargo estas normas son consideradas excesivas por la gran industria de la agricultura y la alimentación, denuncian que “distorsionan el mercado”, son “barreras para el comercio” y, en resumen, limitan el acceso de las empresas estadounidenses al codiciado mercado europeo.