Es muy antiguo, siempre ligado al hombre a su vida. Tal vez por ello “nació entre cenizas, sobre piedra” El pan, nos dice también este autor preocupado por las interioridades de la historia, su sociología (recuérdese su magnífico libro sobre el Mediterráneo como foco de culturas) “es más antiguo que la escritura. Sus primeros nombres están grabados en tablillas de arcilla en lenguas extintas” Su existencia alude al largo transcurso de la humanidad: “La leyenda del pan se sustenta tanto en el pasado como en la historia. Procura seguirlos sin identificarse ni con el primero ni con la segunda” Su vida, pues, es legendaria, profundamente significativa.
Si hubiéramos de convenir que lo cotidiano es el germen primigenio de la historia en la medida en que dicta y ratifica nuestras costumbres y comportamientos, al hablar del pan habríamos de aceptar, necesariamente, que su historia está íntimamente ligada la nuestra como especie.
El hombre primitivo, hacia finales del neolítico, se asentó en las tierras de Oriente Próximo y se hizo sedentario y comenzó a disponer de los productos de la tierra como alimento para su manutención. Es así como el trigo, probablemente una de las primeras especies cultivadas, entró en nuestras vidas, en nuestro modo de vivir. Lo que equivale a decir que, de algún modo, el trigo (el pan) ha contribuido también y por ello, a definirnos como especie.
Dada su significación, era cuestión de tiempo el que entrase a formar parte de nuestro ideario popular, de nuestras creencias, de nuestra cultura. A este respecto resulta muy interesante la observación que se nos hace en este texto: “En las obras de los padres de la Iglesia se unen la teología y la homilía. Estos cambios se reflejan en la relación con el pan. Ya no cae del cielo como el maná. Se prepara con o sin levadura. Se bendice, se fracciona, se reparte. El cristianismo ha consagrado el pan”, de gran significado también en otras religiones.
Isidoro de Sevilla, que hace una relación curiosa acerca de los nombres del pan así como de sus orígenes, constitución y valor social alude incluso a su etimología: “se llamó pan por el hecho de que se sirve con toda clase de comida, y por el hecho de que todo animal lo apetece”
El libro es un estudio histórico-sociológico acerca de este alimento que nos ilustra de un modo tan erudito como ameno acerca de la importancia de este alimento esencial que, todavía a día de hoy, juega un papel gastronómico decisivo.
Este texto, elaborado con amplio conocimiento y casi con fervor, es como si pretendiese establecer la relevancia de algo que, por común en nuestros hábitos, tantas veces ignoramos, o corremos el riesgo de ignorar, relegando su gran importancia y significación.
Resulta, desde luego, una lectura apetitosa, nutritiva; incluso necesaria, y no solo para el bien del cuerpo